sábado, 22 de abril de 2017

¿Dónde está Dios? ¿Por qué hay tanto sufrimiento?

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¿Dónde está Dios? ¿Por que no lo vemos? ¿De dónde surgieron Dios o el universo? ¿Quien creo a Dios? y Si hay un Dios, ¿por qué no se hace más visible?  .... ¡Preguntas! y más ¡Preguntas! que quizás y invaden tu mente, y preocupan tu entendimiento...

En una ocasión acudí a una numerosa convención de laicistas, durante la cual un ponente pidió que los concurrentes predispuestos a ello oraran a Dios para que los hiciera crecer quince centímetros durante la ponencia de veinte minutos que iba a presentar. Naturalmente, no ocurrió. Se trataba de algo así como lo que ha dado en llamarse “Marque una oración” para ateos: ¡Se marca el número, pero nadie contesta! Los científicos laicistas suscitan con frecuencia dos preguntas respecto de Dios: ¿Dónde está? y ¿Cómo podría Dios, específicamente la deidad benefactora de la Biblia, permitir tanto sufrimiento en la naturaleza? Se trata de inquietudes reales y de gran calado pertinentes a la cuestión de Dios.



Aunque observamos mucha evidencia que apunta a un Diseñador inteligente divino, a veces, cuando planteamos estos asuntos, surgen preguntas como quién diseñó al Diseñador o qué hacía antes de que empezase a crear. Se dice que Agustín de Hipona tenía una respuesta para esta última pregunta. Antes de la creación, ¡Dios preparaba un infierno para la gente que formula preguntas de esa guisa! La pregunta de quién diseñó al Diseñador es más bien inválida, sencillamente porque si, en efecto, alguien diseñó al Diseñador, entonces el Diseñador no es realmente el diseñador de todo, y alguien tendría que diseñar al diseñador del diseñador; y así ad infinitum. 

La pregunta puede implicar que si no sabemos quién diseñó al Diseñador, o de dónde surgió Dios, nuestra información es fragmentaria y, en consecuencia, puede que no haya diseñador alguno en absoluto. Por otro lado, podemos preguntar de dónde salió el universo. En el contexto de la contemplación de conceptos como la relación entre tiempo y espacio, según se ilustra con las ideas de Einstein sobre la relatividad, 4 es posible que nuestras habituales preguntas en cuanto a la naturaleza y el momento de los comienzos absolutos carezcan en realidad de significado.

La pregunta de por qué hay algo en vez de que no haya nada es muy real. Ni la ciencia ni la teología han dado respuestas buenas a las preguntas sobre comienzos absolutos. Sin embargo, todos estamos seguros de que realmente existe algo. Nuestra ignorancia de por qué tan siquiera hay algo debería engendrar una sana dosis de humildad al considerar lo inadecuado de nuestro conocimiento.

Las preguntas que cuestionan de dónde surgieron Dios o el universo son reales, pero no coinciden en absoluto con las preguntas de si Dios o el universo existen. ¡Que no conozcamos los orígenes de Dios o del universo no significa que no existan! Estoy dispuesto a aceptar la existencia de muchas cosas, aunque no sepa cómo llegaron a la existencia. Si un cocodrilo enorme me persigue, estoy dispuesto a admitir su existencia mucho antes de que sepa nada sobre su historia pasada. Del mismo modo, en la naturaleza podemos ver evidencia de un Diseñador, aunque puede que no sepamos cómo, por qué o de dónde llegó a la existencia el Diseñador.


Aunque puede que no veamos a Dios, hay muchas pruebas evidentes de  que sí existe. No es preciso que lo veamos para creer en su realidad. Supongamos que en un claro en una selva tupida encuentro un jardín perfectamente cuidado y cuyo césped haya sido cortado con esmero, sin malas hierbas y con hileras de flores y plantas perfectamente alineadas. Aunque es posible que no llegue a dar con el jardinero, la evidencia es tan convincente que estoy seguro de que existe. Del mismo modo, si examino las vigas carbonizadas, el tejado quemado y los enseres derretidos de una casa, puedo estar seguro de que un incendio la devastó, aunque no observe llama alguna en ese momento. La evidencia puede ser tan convincente que deje poco lugar para la  duda.

Legítimamente, podemos preguntar: Si hay un Dios, ¿por qué no se hace más visible? No tenemos mucha información al respecto, pero una sugerencia atractiva es que, en el contexto de una lucha entre el bien y el mal, se aísla para proteger nuestra libertad de elección. En caso contrario, podría poner en peligro nuestra libertad y violar su justicia si dominase en exceso, manipulando así las decisiones.
 A modo de analogía burda, si un padre se pasa el día sentado en la cocina para asegurarse de que sus hijos no meten la mano en el tarro de las galletas, los pequeños tendrán poca libertad de elección de comer galletas o dejar de hacerlo. Además, es posible que los niños no tengan ocasión de aprender integridad y practicar la fuerza de carácter al mantenerse apartados del tarro de las galletas sencillamente porque es lo que debe hacerse.

Es posible que podamos aprender más fácilmente las grandes lecciones de la vida si nos valemos más por nosotros mismos que si somos supervisados constantemente. Tal argumento puede que no tenga mucho peso para quien tenga una cosmovisión puramente mecanicista y no crea en ningún tipo de deidad, pero para otros el concepto puede ser muy importante. Si Dios tiene la necesidad de darnos la libertad  de aceptarlo o rechazarlo, puede ser que se quite de en medio. O podría haber otras razones. En la batalla, los soldados no siempre entienden los planes de guerra.


¿Por qué hay tanto sufrimiento?

También está la cuestión del sufrimiento. ¿Cómo podría un Dios todopoderoso y amante, especialmente la deidad descrita en la Biblia, crear un mundo en el que se manifiestan tanto dolor y tanto sufrimiento? Varios científicos y otras personas creen que la existencia del mal moral, del temor, el dolor y calamidades naturales como terremotos, que matan a miles de personas a la vez, supone un desafío para el concepto de un Dios creador inteligente y bueno. A estos problemas podemos añadir los tiburones que comen seres humanos, a los bebés con cáncer y a los terribles parásitos, como la tenia. Aunque en el universo hay muchas pruebas, y convincentes, de diseño inteligente, no todo está  bien.

Los filósofos, los teólogos y otros pensadores han escrito mucho sobre el problema del sufrimiento en la presencia de un Dios creador bueno. 

Enumeraré algunas soluciones, pero son únicamente sugerencias:

1.       Aunque sería agradable no tener dolor ni temor, nuestra vida podría ser desastrosa sin ellos. El dolor y el temor de las consecuencias parecen necesarios para evitar que nos hagamos daño a nosotros mismos, como, por ejemplo, abrasarnos las manos si trabajamos junto a una llama o de un foco de calor  intenso.

2.- No debería echarse a Dios la culpa del mal moral, como la in- justicia, cuando tenemos libertad de elección y nosotros mismos causamos el mal. No deberíamos condenar a Dios por nuestras elecciones indebidas, como tampoco echamos la culpa al arquitecto de una casa cuyos inquilinos le prenden fuego. Aquí es vital la cuestión del libre albedrío, igual que para la cuestión   de la existencia de Dios mencionada más arriba. La auténtica libertad de elección requiere que se permita el mal moral. En vez de seres humanos, Dios podría haber creado únicamente seres, más o menos como los simios, privados de la libertad de adoptar decisiones morales, excluyendo así la posibilidad del bien y el mal, pero tal existencia parece monótona y realmente aburrida. Afortunadamente, podemos adoptar decisiones morales, pero también tenemos que afrontar sus consecuencias.

3.       Algunos sugieren que el sufrimiento contribuye al desarrollo de un carácter virtuoso. A veces defienden la idea de que recordamos mejor las virtudes adquiridas que las innatas. El sufrimiento que experimentamos nos ayuda a recordar mejor los efectos del mal.

4.      Otros explican el mal de las calamidades naturales postulando un Dios que se distancia de su creación y que, por lo tanto, permite que la naturaleza siga su curso. Aunque puede que el concepto tenga algo de verdad, no parece encajar con lo que cabría esperar del tipo de Dios que hizo un universo tan  complejo.

5.       Un Dios creador podría realizar, de continuo, todo tipo de milagros para evitar el sufrimiento. Sin embargo, bien podría ocurrir que si Dios manipulase demasiado la naturaleza e introdujese demasiados milagros, no captaríamos las relaciones de causa y efecto. Las calamidades pueden servir para recordarnos que la racionalidad (es decir, la causa y el efecto) existe en el universo. Si el universo no estuviera básicamente ordenado, es dudoso que fuera posible un pensamiento lógico significativo.

6.      El sufrimiento que vemos en los organismos, como en las enfermedades infecciosas, el cáncer y aun en la depredación carnívora, puede ser consecuencia de una variación biológica de menor entidad, especialmente en el caso de las mutaciones, habitual- mente perjudiciales, y no del designio o propósito específicos de Dios. Puede también servir para recordarnos que vivimos en un universo racional, en el que es normal el binomio causa-efecto. 

No tenemos respuesta para todas las preguntas que pudiéramos formular en cuanto al sufrimiento que vemos en la naturaleza. Hay mucho que, sencillamente, no sabemos, pero los conceptos que acabamos de enumerar presentan algunas explicaciones plausibles.



La siguiente información es recolectada del libro titulado "La Ciencia Descubre a Dios" pag 269


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