¿Dónde está Dios? ¿Por que no lo vemos? ¿De dónde surgieron Dios o el universo? ¿Quien creo a Dios? y Si hay un Dios, ¿por qué no se hace más visible? .... ¡Preguntas! y más ¡Preguntas! que quizás y invaden tu mente, y preocupan tu entendimiento...
En una ocasión acudí a una numerosa convención de laicistas, durante la cual un ponente pidió que los concurrentes predispuestos a ello oraran a Dios para que los hiciera crecer quince centímetros durante la ponencia de veinte minutos que iba a presentar. Naturalmente, no ocurrió. Se trataba de algo así como lo que ha dado en llamarse “Marque una oración” para ateos: ¡Se marca el número, pero nadie contesta! Los científicos laicistas suscitan con frecuencia dos preguntas respecto de Dios: ¿Dónde está? y ¿Cómo podría Dios, específicamente la deidad benefactora de la Biblia, permitir tanto sufrimiento en la naturaleza? Se trata de inquietudes reales y de gran calado pertinentes a la cuestión de Dios.
Aunque observamos mucha evidencia
que apunta a un Diseñador inteligente divino, a veces, cuando planteamos estos
asuntos, surgen preguntas como quién diseñó al Diseñador o qué hacía antes de
que empezase a crear. Se dice que Agustín de Hipona tenía una respuesta para
esta última pregunta. Antes de la creación, ¡Dios preparaba un infierno para la gente que formula
preguntas de esa guisa! La pregunta de quién diseñó al Diseñador es más bien
inválida, sencillamente porque si, en efecto, alguien diseñó al Diseñador,
entonces el Diseñador no es realmente el diseñador de todo, y alguien tendría
que diseñar al diseñador del diseñador; y así ad infinitum.
La pregunta puede implicar que si no sabemos quién diseñó al Diseñador, o de dónde surgió Dios, nuestra información es fragmentaria y, en consecuencia, puede que no haya diseñador alguno en absoluto. Por otro lado, podemos preguntar de dónde salió el universo. En el contexto de la contemplación de conceptos como la relación entre tiempo y espacio, según se ilustra con las ideas de Einstein sobre la relatividad, 4 es posible que nuestras habituales preguntas en cuanto a la naturaleza y el momento de los comienzos absolutos carezcan en realidad de significado.
La pregunta puede implicar que si no sabemos quién diseñó al Diseñador, o de dónde surgió Dios, nuestra información es fragmentaria y, en consecuencia, puede que no haya diseñador alguno en absoluto. Por otro lado, podemos preguntar de dónde salió el universo. En el contexto de la contemplación de conceptos como la relación entre tiempo y espacio, según se ilustra con las ideas de Einstein sobre la relatividad, 4 es posible que nuestras habituales preguntas en cuanto a la naturaleza y el momento de los comienzos absolutos carezcan en realidad de significado.
La pregunta de por qué hay algo en
vez de que no haya nada es muy real. Ni la ciencia ni la teología han dado
respuestas buenas a las preguntas sobre comienzos absolutos. Sin embargo, todos
estamos seguros de que realmente existe algo. Nuestra ignorancia de por qué tan
siquiera hay algo debería engendrar una sana dosis de humildad al considerar lo
inadecuado de nuestro conocimiento.
Las preguntas que cuestionan de
dónde surgieron Dios o el universo son reales, pero no coinciden en absoluto
con las preguntas de si Dios o el universo existen. ¡Que no conozcamos los
orígenes de Dios o del universo no significa que no existan! Estoy dispuesto a
aceptar la existencia de muchas cosas, aunque no sepa cómo llegaron a la
existencia. Si un cocodrilo enorme me persigue, estoy dispuesto a admitir su
existencia mucho antes de que sepa nada sobre su historia pasada. Del mismo
modo, en la naturaleza podemos ver evidencia de un Diseñador, aunque puede que
no sepamos cómo, por qué o de dónde llegó a la existencia el Diseñador.
Aunque puede que no veamos a Dios, hay muchas pruebas evidentes de que sí existe. No es preciso que lo veamos para creer en su realidad. Supongamos que en un claro en una selva tupida encuentro un jardín perfectamente cuidado y cuyo césped haya sido cortado con esmero, sin malas hierbas y con hileras de flores y plantas perfectamente alineadas. Aunque es posible que no llegue a dar con el jardinero, la evidencia es tan convincente que estoy seguro de que existe. Del mismo modo, si examino las vigas carbonizadas, el tejado quemado y los enseres derretidos de una casa, puedo estar seguro de que un incendio la devastó, aunque no observe llama alguna en ese momento. La evidencia puede ser tan convincente que deje poco lugar para la duda.
Legítimamente, podemos preguntar:
Si hay un Dios, ¿por qué no se hace más visible? No tenemos mucha información
al respecto, pero una sugerencia atractiva es que, en el contexto de una
lucha entre el bien y el mal, se aísla para proteger nuestra libertad de elección.
En caso contrario, podría poner en peligro nuestra libertad y violar su
justicia si dominase en exceso, manipulando así las decisiones.
A modo de
analogía burda, si un padre se pasa el día sentado en la cocina para asegurarse
de que sus hijos no meten la mano en el tarro de las galletas, los pequeños
tendrán poca libertad de elección de comer galletas o dejar de hacerlo. Además,
es posible que los niños no tengan ocasión de aprender integridad y practicar
la fuerza de carácter al mantenerse apartados del tarro de las galletas
sencillamente porque es lo que debe hacerse.

Es posible que podamos aprender
más fácilmente las grandes lecciones de la vida si nos valemos más por nosotros
mismos que si somos supervisados constantemente. Tal argumento puede que no
tenga mucho peso para quien tenga una cosmovisión puramente mecanicista y no
crea en ningún tipo de deidad, pero para otros el concepto puede ser muy
importante. Si Dios tiene la necesidad de darnos la libertad de aceptarlo o rechazarlo, puede ser que se
quite de en medio. O podría haber otras razones. En la batalla, los soldados no
siempre entienden los planes de guerra.
¿Por qué hay tanto sufrimiento?

Los filósofos, los teólogos y
otros pensadores han escrito mucho sobre el problema del sufrimiento en la
presencia de un Dios creador bueno.
Enumeraré algunas soluciones, pero son únicamente sugerencias:
Enumeraré algunas soluciones, pero son únicamente sugerencias:
1. Aunque
sería agradable no tener dolor ni temor, nuestra vida podría ser desastrosa sin
ellos. El dolor y el temor de las consecuencias parecen necesarios para evitar
que nos hagamos daño a nosotros mismos, como, por ejemplo, abrasarnos las manos
si trabajamos junto a una llama o de un foco de calor intenso.
2.- No debería echarse a Dios la culpa
del mal moral, como la in- justicia, cuando tenemos libertad de elección y
nosotros mismos causamos el mal. No deberíamos condenar a Dios por nuestras elecciones
indebidas, como tampoco echamos la culpa al arquitecto de una casa cuyos
inquilinos le prenden fuego. Aquí es vital la cuestión del libre albedrío,
igual que para la cuestión de la
existencia de Dios mencionada más arriba. La auténtica libertad de elección
requiere que se permita el mal moral. En vez de seres humanos, Dios podría
haber creado únicamente seres, más o menos como los simios, privados de la
libertad de adoptar decisiones morales, excluyendo así la posibilidad del bien
y el mal, pero tal existencia parece monótona y realmente aburrida.
Afortunadamente, podemos adoptar decisiones morales, pero también tenemos que
afrontar sus consecuencias.
3. Algunos
sugieren que el sufrimiento contribuye al desarrollo de un carácter virtuoso. A
veces defienden la idea de que recordamos mejor las virtudes adquiridas que las
innatas. El sufrimiento que experimentamos nos ayuda a recordar mejor los
efectos del mal.
4. Otros
explican el mal de las calamidades naturales postulando un Dios que se
distancia de su creación y que, por lo tanto, permite que la naturaleza siga su
curso. Aunque puede que el concepto tenga algo de verdad, no parece encajar con
lo que cabría esperar del tipo de Dios que hizo un universo tan complejo.
5. Un
Dios creador podría realizar, de continuo, todo tipo de milagros para evitar
el sufrimiento. Sin embargo, bien podría ocurrir que si Dios manipulase
demasiado la naturaleza e introdujese demasiados milagros, no captaríamos las
relaciones de causa y efecto. Las calamidades pueden servir para recordarnos
que la racionalidad (es decir, la causa y el efecto) existe en el universo. Si
el universo no estuviera básicamente ordenado, es dudoso que fuera posible un
pensamiento lógico significativo.
6. El
sufrimiento que vemos en los organismos, como en las enfermedades infecciosas,
el cáncer y aun en la depredación carnívora, puede ser consecuencia de una
variación biológica de menor entidad, especialmente en el caso de las
mutaciones, habitual- mente perjudiciales, y no del designio o propósito
específicos de Dios. Puede también servir para recordarnos que vivimos en un
universo racional, en el que es normal el binomio causa-efecto.
No tenemos
respuesta para todas las preguntas que pudiéramos formular en cuanto al
sufrimiento que vemos en la naturaleza. Hay mucho que, sencillamente, no
sabemos, pero los conceptos que acabamos de enumerar presentan algunas
explicaciones plausibles.
La siguiente información es recolectada del libro titulado "La Ciencia Descubre a Dios" pag 269
No hay comentarios:
Publicar un comentario